Como todo el mundo sabe, la estimulación de determinados puntos tiene efecto en todo el cuerpo. Es curioso que los extremos (manos, pies, cara, orejas) contengan información de cualquiera de las otras partes, que su estimulación pueda sanar órganos con los que no están, aparentemente, conectados. Algo minúsculo, en proporción al cuerpo, una oreja, puede modificar y mejorar su funcionamiento.
Tal como es arriba, así es abajo. Esta conocida máxima, que refleja la interrelación de todas las cosas, se puede relacionar con la reflexología del cuerpo y, según mi opinión, también con la del universo. Aplicando esta conclusión, lo que sucede en mi entorno (planeta, universo) me afecta y, también, mi presencia afecta a todo lo que conozco. Por mucho que quiera desentenderme y renunciar a mi responsabilidad, mi vida es importante para modificar y mejorar el universo.
Vivimos un momento en el que se nos invita a creer que nuestra vida no tiene ningún propósito, más allá de vivir. Cierto es que nuestra vida es para vivirla aquí y ahora. Esto no excluye nuestra responsabilidad con el planeta, con todos los seres que lo habitan, humanos o no, y con todos los que han de venir. La película Avatar, muestra una de las muchas formas de destrucción de la vida a las que podríamos llegar. También que la vida tiene reacciones impensables. El planeta, Gaia para algunos, se comporta como un ser vivo. Es un ser vivo. De él dependen otros muchos seres, incluidos nosotros.
Si decido sanar mi vida y mi concepción del mundo, puede que sane también el espacio en el que vivo, las personas que me rodean, tal vez Gaia y, quién sabe, el mismo universo. En cualquier caso, dejaré de intoxicar todo ese espacio.
Sonríe, ama, alégrate, ten esperanza, cambia tus hábitos,… Yo intentaré hacer lo mismo. Ya somos dos.
Millones de abrazos sanadores con efecto reflejo.
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