En un mundo basado en la
mente, sentir nos da miedo. Numerosas convenciones sociales nos alejan de
sentir o lo condenan.
Sentir
es un estado profundo del alma, tiene que ver con la vida, la capacidad de
experimentar, de comunicar de modo real,…
Lo que piensas de
alguna cuestión puede serme útil, lo que has vivido y sentido puede ayudarme
mucho más. Entonces, ¿por qué rechazamos y condenamos el sentir? Quizá porque
cuando estamos en las sensaciones el pensamiento cesa. Sentir es un estado natural de meditación.
Un modo de alejarnos del
sentir es la sensiblería, diferente de la sensibilidad, en la que la mente toma
el control de lo que deberíamos sentir, sin dejarnos experimentarlo. A modo de
ejemplo: la mente nos dice cuando comer, porque es la hora,…, sin que hayamos
experimentado ninguna sensación de hambre. Comemos sin saborear, sin tomar
conciencia y disfrutar el momento, para llenar la insatisfacción de la mente,
calmar la ansiedad,…, aunque luego tengamos una digestión difícil.
Sentir
es reconocernos, reconocer nuestras sensaciones, nuestras necesidades, nuestros
rechazos, lo que nos gusta y lo que no. Es reconocer a otras personas, tratar
de descubrirlas en lugar de juzgarlas. Es experimentar cada momento,
experimentar la vida en lugar de establecer normas sobre cómo se debería vivir.
La mente es un instrumento
de la conciencia, una conciencia que necesita experimentar para valorar adecuadamente,
que no puede quedarse en teorías respecto a la vida mientras se niega a vivir,
mientras sueña que vive y tiene miedo de despertar.
¿Nuestros miedos nos dejan
vivir? ¿Miramos la vida desde la ventana sin atrevernos a experimentar la
brisa, el tacto de la hierba, una sonrisa, un abrazo, una caricia, un beso,…?
¿Podemos quedarnos observando cómo viven los demás, tratando de adivinar lo que
sienten, elaborando teorías sobre lo que tendrían que hacer,…, sin vivir la
experiencia personalmente?
Muchas veces a lo largo de
nuestra “vida” es lo que hacemos. Aprendemos “cómo es la vida” por lo que
alguien nos dijo y, si ese alguien escuchó que otro se había metido en el mar
sintiendo el agua muy fría, no nos acercamos a la playa para no enfriarnos
aunque sea pleno verano; sin pensar que tal vez fuera invierno cuando aquel “valiente”
lo intentó, y decimos a todo aquel que nos quiera oír: no te mojes en el mar o
te resfriarás.
Sentir
es amar y amarse, pues cuando experimentas y puedes elegir esa es la sensación
más deseable.
Un abrazo lleno de
sensaciones.
Gracias por compartir tu
experiencia dejando un comentario.
Hola corazón,
ResponderEliminarQué gusto leerte. Me has hecho pensar, y eso es bueno ...ji ji ji...
Un besito, muchas gracias.
Gracias a ti por estar presente.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
Hola!.Me alegra un montón volver a leer tus reflexiones.
ResponderEliminarYo particularmente prefiero una vida llena de sentimiento
aunque corra el riesgo de sufrir en algún momento que vivir en la indiferencia.
Cada persona tiene su ética propia,y lo que resulta ético para uno,puede no serlo para otro,y al final todos somos un poco hipócritas y seguro que hacemos algo que no está bien visto por los demás.Por esta razón lo que me da miedo es una vida indiferente,y es verdad, sentir es un estado profundo del alma que te hace sentir viva y por este motivo es bueno aprovechar los momentos que te ofrece,aunque todo tiene su riesgo,pero no por eso tenemos que temer vivirlos
Abrazos que invitan al coraje.
Gracias M.J!
ResponderEliminarSabemos que no podemos agradar a todo el mundo, por lo que no merece la pena intentarlo. Entiendo que lo importante es que nos parezca bien lo que hacemos, lo que pensamos, lo que sentimos,...
Sentir y vivir van de la mano. Creo que es imposible vivir sin sentir aunque, en ocasiones, reduzcamos nuestra capacidad de sentir, empobreciendo nuestra vida.
El riesgo es parte de la vida. Para lo que ya está muerto no hay riesgo.
Montones de abrazos con la alegría de vivir.