Nos cuestionamos si debemos dejar que nos impongan sus gustos, que nos digan qué hacer, que nos falten al respeto, que se aprovechen de nosotr@s, que nos agredan con su actitud y palabras,…, en aras a mantener una buena relación de amistad, de pareja, familiar, principalmente.
Pasado el tiempo, cuestionándonos sin cambiar nada, sin limitar sus expresiones, ¿en qué han mejorado estas relaciones?, ¿en qué estoy mejor?, ¿qué hubiera pasado si hubiera dicho esto no me gusta o esto me molesta?
Estas preguntas nos dan algunas claves. Si no pongo ningún límite, puede que la otra persona no se haya dado cuenta de que me está molestando, o simplemente la resulta más cómodo mientras no me queje, o…, y sigo sintiéndome mal. Si digo no a algo, con formas tranquilas, debería abrirse un espacio de diálogo que nos permitiera entendernos, conocernos mejor y mejorar la relación. En caso contrario, si la relación se deteriora, no estamos en una relación igualitaria, se nos está pidiendo una relación de subordinación, y debemos decidir si es lo que queremos, si nos podemos sentir bien en una relación así, o plantearnos dejar la relación.
Los cortes no son siempre fáciles pero, en la mayoría de los casos, se utiliza la cirugía para sanar o mantener la salud. Nuestra salud. La otra persona se tendrá que hacer cargo de la suya.
Las relaciones, como las hojas de los árboles, pueden ser permanentes o caducas. Estas últimas, cuando caen, dejan espacio y permiten que el árbol se nutra para que nazcan otras nuevas.
Vivamos relaciones armónicas y sanas, del modo que consideremos, valorando nuestro bienestar.
Abrazos infinitos, que no ilimitados.
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